Hagamos de este dos de febrero la rogativa, como hace quinientos años, para que, parodiando a Jesús en el templo de Jerusalén, saque a latigazos a los mercaderes del templo.

Por Roberto Gutiérrez Castañeda

El dos de febrero por antonomasia era la fiesta más grande y sagrada para el riohachero; ese día lucía el vestido que antes había sacado del escaparate para que se oreara y disipara el olor a naftalina y se solo sintiera el refrescante aroma del Agua de Colonia  Jean Marie Farina de Roger & Gallet; era la primera de la triada con la que el pueblo, fervoroso devoto, agradecía a la Vieja Mello las gracias que a través del tiempo le deparara , las otras dos ocasiones eran las procesiones del nueve de febrero, día de la octava, y el catorce de mayo día del milagro, procesiones que comenzaban a las 4 de la tarde y terminaban después de las cuatro de la madrugada con un pueblo insomne pletórico de gracia porque rendía culto a su patrona.

Era la Riohacha vernácula, rural, bucólica y subdesarrollada pero cosmopolita en sus aspiraciones y exquisita en su paladar que degustaba los mejores vinos, licores, quesos y delicatessen traídos de las Antillas. Era la Riohacha donde faltaba instrucción pero sobraba  educación, donde el respeto campeaba y la hombría era el denominador común, donde se le rendía culto a la palabra y se respetaba a la mujer y a los  mayores. Esa es la Riohacha que se fue.

La Riohacha en la que sus hijos aspiraban a ocupar cargos para servirle y llenar de orgullo a sus coterráneos, donde el apelativo de riohachero era sello de garantía de probidad, eficiencia y confianza; cuando entraban y salían de los cargos sin mácula y sin tacha. Cuán orgullosos henchíamos el pecho cuando el nombre de un riohachero sonaba en el ámbito nacional y regional; sobre su reciedumbre escribió García Márquez, sobre sus virtudes intelectuales ,los anales nacionales; contrario a lo que hoy acontece cuando muchas veces es sinónimo de contubernio ilícito y lasa moralidad; y en concordancia con nuestra realidad la fiesta que era el epitome de nuestra devoción es hoy el prólogo donde se cuece una elección que unida a la iniciación de los carnavales los actores principales debajo de la careta de la devoción esconden la desvergüenza de su ambición.

La virgen de los Remedios, nuestra patrona, siglos hace salvó a Riohacha de un tsunami y del embate de los piratas, hoy contrita por nuestros desafueros, resentida con nuestro comportamiento nos impone la penitencia de nuestra agonía y nos deja en las manos de los modernos corsarios que, al contrario de los antiguos no vienen por las perlas marinas , sino por botín del erario.

Hagamos de este dos de febrero la rogativa, como hace quinientos años, para que parodiando a Jesús en el templo de Jerusalén, saque a latigazos a los mercaderes del templo.

VIRGEN DE LOS REMEDIOS, COMO ANTAÑO, ¡¡CUBRE A RIOHACHA CON TU MANTO!!!